viernes, 30 de abril de 2010

Los actores globales

Las naciones y los estados juegan un papel cada vez menos relevante en el escenario global. Crisis financieras, terrorismo global, cambio climático... Son solo algunos ejemplos de problemas complejos que superan las fronteras políticas y ante los que los estados y las organizaciones supranacionales demuestran día a día escasa capacidad de respuesta eficaz. Siguen ocupando los espacios y los tiempos de los medios tradicionales, aquellos que nacieron y vivieron su ya larga vida a la sombra protectora del poder político nacional, al que a su vez proporcionaban sombra. Pero ahora estos medios están en crisis y esa política está en crisis.

¿Casualidad? Más bien una espiral que ahoga estos compañeros inseparables, los poderes duros y los poderes blandos más tradicionales. Como consecuencia, ¿estamos condenados a un futuro caótico y apocalíptico?, ¿o surgirán nuevos actores mejor adaptados y capaces de gobernar de modo eficaz en el contexto contemporáneo?
El futuro no está predeterminado pero parece que para muchos las ciudades podrían ser esos nuevos actores y la principal esperanza de solución a los desafíos globales. Como planteaba hace un tiempo:

Las modernas instituciones supranacionales, desde la Unión Europea a Naciones Unidas, son víctimas de su enorme maquinaria burocrática y sus procesos de toma de decisiones, basados en la necesidad de consenso y de difíciles equilibrios nacionales casi siempre poco justificables ante la ciudadanía. Por su parte, los estados nación sufren una paulatina obsolescencia, al estar cada vez más limitados en su capacidad para tomar decisiones efectivas en la vida de los ciudadanos. Los estados legislan sobre un espacio nacional cada vez más ficticio frente a una nueva realidad basada en flujos (humanos, financieros, o de conocimiento) que desbordan continuamente estos límites nacionales...

En este escenario, las ciudades, que casi no legislan, gestionan y se perciben por muchos ciudadanos como las únicas instituciones públicas que realmente afectan a sus vidas, en lo positivo y en lo negativo. Las viejas ciudades representan un nuevo mundo urbano y abierto, en que los estados se han sustituido en buena medida por los mercados y el poder duro, fuerte pero restringido, por el poder blando, difuso pero extenso. Pero al tiempo, las ciudades, como entidades locales, se enfrentan a un mundo global, donde se están convirtiendo en actores emergentes. Muchas grandes ciudades empiezan a colaborar y enfrentarse a problemas globales practicando una forma de gobierno blando basado en un nuevo federalismo global.


El "hombre moderno" ignora y desafía las estructuras jerárquicas siendo más pragmático y crítico con los expertos, los medios, las autoridades y las instituciones, es capaz de dotarse de una visión global personal, siente la necesidad de crear una identidad propia, recibe más información que nunca antes pero al tiempo tiene una perspectiva menos profunda del mundo, e incrementa su grado de conexión social y su empoderamiento por la tecnología (pasa de consumidor pasivo a usuario activo). Esta "erupción volcánica" parece capaz de destruir (o al menos alterar su naturaleza más íntima) de las, hasta el momento, "rocas consolidadas", la organizaciones que dominaban el escenario. En esta erupción aflora un magma de relaciones y actitudes flexibles y ajenas a reglas y formalismos.

El catálogo es diverso: desde Naciones Unidas a las empresas, pasando por diferentes instituciones y grupos sociales. Puede resultar instructivo realizar el ejercicio de predecir qué organizaciones están destinadas a la extinción o por el contrario se revitalizarán en el futuro próximo. Entre ellas, por supuesto, se encuentran las ciudades. Quizás éstas sean las mayores beneficiadas de este periodo de turbulencias. Eso indican al menos diversas evidencias.

Pero, no solo las ciudades serán parte del sistema de micropoderes. Las nuevas empresas, eminentemente urbanas y basadas en la organización en red, juegan papeles cada vez más relevantes y no solo en el ámbito económico. Muchas empresas y grupos empresariales actúan ya como actores políticos y organizaciones sociales.
las viejas ciudades-estado , serán empresas las nuevas corporativas en un mundo posnacional.

Las multinacionales se reorganizarán en ámbitos lingüísticos y culturales para pasar a ser verdaderas transnacionales, ofreciendo a sus trabajadores carreras que en cada nivel se desarrollarán en países y continentes distintos. En esa lógica irán incorporando mecanismos de participación, seguros "sociales", etc. Las grandes empresas de cara a su interior, se parecerán un poco más a "estados del bienestar... o a dictaduras. "

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